jueves, 30 de julio de 2009

El mundo como escenario

A propósito de Charlie Kaufmann, Cervantes, Pirandello y Piglia.


Por Claudia Ortiz







Supongamos que un escritor llamado Charlie Kaufmann tiene un hermano gemelo. Supongamos que sus particularidades son la timidez y la inseguridad, sazonadas ambas por una voz interior, similar o igual a la suya (¿sería la suya?) que le va diciendo constantemente lo ridículo, lo grosero, lo sudoroso, lo gordo y calvo que está; lo embarazoso que implica para él ocupar un lugar en el mundo.

Supongamos, más allá de lo que esta descripción eche luz acerca de su infelicidad, que sin embargo, es un genio elaborando guiones basados en libros. Y supongamos, además, que sus apreciaciones acerca de todo lo referente a guiones, son las de un acabado artista, que trabaja sin tregua, hasta saber, indiscutiblemente, qué ingredientes son los propicios para que una película sea estéticamente perfecta.

Si siguiéramos suponiendo, entrarían la autora del libro que tiene que guionar Kaufmann, el entrevistado protagonista, que le da título a la película en castellano, un “Ladrón de orquídeas”, visto como héroe buscador del absoluto; de la “ Orquídea Fantasma” aquella flor mitad pájaro, mitad animal mitológico, mitad vegetal, mitad imagen, que en el film aparece como un parásito de un tronco derruido, solitaria en medio de un pantano arquetípico. Y así seguiríamos incluyendo a John Malkovich, al productor del film, al set de filmación con sus maquilladores y gente que sostiene papeles, a una mujer deseada pero nunca obtenida, en un juego caleidoscópico de realidad y ficción en el que entran y salen estos dos gemelos, Charlie y Donald Kaufmann.

Este último es la versión contrapuesta de Charlie, cara y cruz, Yin y Yan, sístole y diástole, Quijote y Sancho. Donald es, aparentemente un entrometido, que de golpe se le ocurre que puede dedicarse a guionar igual que su hermano y que idea toda clase de lugares comunes, muchos de ellos traídos de un curso de una especie de gurú de la escritura que habla como un pastor evangelista, con un estilo entre agresivo y desfachatado, como si conociera uno a uno a sus seguidores.

Mientras Donald le habla, encantadísimo de compartir con su gemelo su ahora mutuo oficio, Charlie le dice, con un gesto sempiterno de desagrado, todo lo que no tiene que escribir, todo lo que está remanido y lo que él jamás escribiría.Y el resultado es que mientras Charlie está varado con su insustancial guión del ladrón de orquídeas, Donald ha escrito algo brillante, según el productor que apura al primer guionista para que entregue.

En ese momento, Charlie convoca a su hermano para que lea su obra y la película pasa a poseer todos los ingredientes que antes habrían sido denostados por él como la cicuta: Hay espionaje, droga, persecución en el pantano, detonaciones de armas, choques espectaculares y muerte, una en las fauces de un cocodrilo y otra en una espeluznante colisión con traspaso de parabrisas y todo.

No importa lo demás, o lo que falta. El caso es que, si suponemos todo esto, estamos asistiendo al monstruo que se muerde la cola, al film dentro del film, a La Rosa Púrpura del Cairo, a Seis Personajes en busca de autor, a Hamlet, y, por supuesto, a la historia de las historias: El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, puesto que una vez deshecho de Donald, pareciera que Charlie cobrara vida, o al menos, que tomara el rumbo de la suya, y, finalmente, el guión que escribe, es la película que estamos viendo(inclusive dedicada in memoriam a su hermano.)

Toda la literatura se ha preguntado acerca del misterio de la creación, pues, al ser el discurso la materia desde donde lanzar sus dardos a la reflexión, abarca, asimismo, al arte dramático, y a su ¿gemelo? el cine. Y desde ya, que el escritor se desdobla, y aún más, se multiplica en la creación de sus personajes que narren una historia, que, sucesos más, sucesos menos, es la suya.

Si tomamos a Seis Personajes…., el punto de coincidencia es que vemos, al iniciarse, seis personajes que no tienen autor y que llegan para que los actores, ( que están ensayando una obra del mismo Pirandello), los encarnen, puesto que sin actores que los representen, son pura forma, inmutable, que deberá morir sin ver la historia desarrollarse. Y lo que nosotros aplaudimos al caer el telón, desde la narración que los personajes hacen de su drama, es la obra.Si vamos al Quijote, Cervantes escribe dos partes. Una en 1605 y otra en 1615, en respuesta airada a un tal Alonso Fernández de Avellaneda que en 1614 escribe la segunda parte a la de 1605, robándole a Cervantes su dupla de Quijote y Sancho, y terminando la historia enviando al Quijote a un bochornoso manicomio. Cervantes escribe la segunda parte, finalizando con la muerte del caballero, cuerdo ya, para que nadie quisiera apoderarse de él. Pero lo curioso es que en un episodio tenso, donde Quijote está por luchar contra un escudero vizcaíno encolerizado, el autor dice haberse quedado sin letra sobre las aventuras de este personaje, que, al parecer, es histórico, por lo que crea al cronista de la historia, de la que él es simplemente un erudito interesado, que escribe la traducción, pues aparentemente, el texto está escrito en caracteres arábigos. El cronista tiene el nombre paródico de Cide Hamete Benengeli ( algo así como Señor Hamed Berenjena), y Cervantes finge meterse él mismo en la historia novelada, buscando más fuentes. Entonces, encuentra en Toledo los cartapacios donde consta la historia de Quijote, pero como él no conoce el idioma, hace entrar a una segunda voz, que es la del traductor de la historia, (¿”nunca un narrador”?) un moro aljamiado, es decir, que conoce ambos idiomas.

De este modo y hasta la última página del texto, lo que leemos sería la transcripción ( tercera voz) de la traducción ( segunda voz) de Cide Hamete ( Primera voz). Por lo tanto, Cervantes incorpora el juego delirante con la ficción y la realidad, pues resultaría que, además de situarse a sí mismo como personaje de ficción,( y no sólo aquí, sino también en el escrutinio de los libros, en el que salva de la hoguera de los libros prohibidos para el Quijote, su propia obra La Galatea), haría de Don Quijote un personaje real del que dan cuenta los anales de La Mancha.

Y en la segunda parte de 1615, al haberse ya difundido la novela como si ahora habláramos de un best-seller, los personajes Quijote y Sancho, ya son conocidos por todos los personajes futuros, a partir de sus historias narradas por estas tres voces, por lo que muchos de ellos intentan hacer vivir a Quijote aventuras armadas ex profeso, aunque él no sostenga el mismo entusiasmo frente a lo que ve. Así, asistimos a la historia de la historia, la novela dentro de la novela, la locura dentro de la cordura, o todo ello al revés.

Recién ahora se me ocurre un relato policial de Ricardo Piglia, llamado La loca y el relato del crimen. En él, un lingüista frustrado que trabaja en un periódico, observa que una psicótica callejera, que pide limosna en el Bajo, ha visto quién es verdaderamente el autor del crimen de una prostituta, del que han acusado a su amante. La loca, en un discurso delirante, sin una sintaxis normal, repetitivo hasta el hartazgo, incorpora datos nuevos, que, al aislarlos, dan un enunciado exacto: quién la mató. El Director del Diario desecha esta prueba, puesto que no deja de ser el testimonio de una loca linyera, y Renzi, el periodista, comprende que sólo podrá escribir la verdad como ficción, por lo que el cuento termina del mismo modo en que comenzó, exactamente con las mismas palabras, de modo que comprendemos que lo que hemos leído, no es la historia de un crimen ni de su revelación, sino de la escritura del cuento.

El relato del relato, el guión del guión, la novela dentro de la novela, el teatro dentro del teatro, cuyos personajes se mueven pasmados en un mundo casi sin consistencia, provocan el efecto de botella de Klein, donde el líquido parece no salir por donde entró, de Cinta de Moebius, donde cortar significa alargar, de escalera de Escher, en la que subir es bajar, o bajar es subir, o, como al decir de las hermanas fatídicas de Macbeth, “ Lo hermoso es horrendo y lo horrendo es hermoso."

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